LA HISTORIA ORAL COMO «DIDÁCTICA DE LA DIFERENCIA CAUSADA POR EL TIEMPO».


Por  Laura Benadiba*
lbenadiba@yahoo.com.ar

Giovanni Levi nació el 29 de abril de 1939 en Milán, Italia, en el seno de una familia judía. Su padre Ricardo Levi fue militante del grupo «Giustizia e Libertà» durante la Segunda Guerra Mundial y su tío Carlo Levi, fue el autor del clásico Cristo se paró en Éboli. En una entrevista que le hiciera la revista española Salud mental y Cultura, Giovanni explica algunos aspectos de su historia familiar: «Mi padre era hermano de Carlo Levi. De pequeño pasábamos los veranos con mi tío Carlo en una casa que tenía la familia en Liguria. De él, que también pintaba, proviene mi interés por la pintura y mi manía de hacer dibujos, que por cierto compartía con mi abuelo».

Cuando le preguntan por su padre, Levi recuerda que era un ingeniero antifascista y que estuvo en la cárcel con Carlo Levi y Leone Ginzburg (padre de Carlo Ginzburg). Todos eran miembros del movimiento «Giustizia e Libertà», organizado por los hermanos Rosselli, que luchaban contra el fascismo italiano. Justamente su padre le puso el nombre para recordar con sus iniciales al Giustizia e Libertà, agregándole además los nombres de los hermanos Rosselli, Carlo y Nello, ya por entonces asesinados por orden de Mussolini. Para los que conocemos a Giovanni y tenemos la suerte de verlo en los encuentros de Historia Oral sabemos que su «manía» por hacer dibujos de los asistentes a dichos encuentros es uno de los atractivos de su brillante personalidad y demuestra el interés que este gran historiador tiene por la persona en su «singularidad».

Su padre fue ingeniero hasta 1956, año en que lo despidieron por ser socialista de una empresa, de la cual era directivo y que producía material militar. Esta situación generó un gran debate en el Parlamento italiano ya que se sospechaba que en realidad lo habían despedido de la empresa por su condición de judío.

Giovanni recuerda en la misma entrevista de la revista española que su padre «fue el único directivo –los otros eran obreros beneficiado por una ley tardía, de los setenta, que rehabilitaba salarialmente a todos los perseguidos políticos de izquierda durante ese periodo».

Todas estas vivencias familiares influyeron en la formación moral y política de Giovanni Levi, quién militó en el partido socialista hasta 1963, año en el que comenzó a trabajar políticamente con grupos de estudiantes y obreros.

Junto con Carlo Ginzburg es señalado como fundador y padre de la Microhistoria Italiana, considerada como uno de los aportes más innovadores que se han hecho a los estudios históricos a partir del Mayo Francés.

Si bien la concepción de la microhistoria italiana consiste en reducir la escala de observación con el objetivo de analizar procesos nunca antes abordados, en el caso de estos historiadores cada uno de ellos lo hace partiendo de un criterio de análisis diferente. Mientras Carlo Ginzburg se inclina por los estudios culturales y de corte antropológico; Giovanni Levi lo hace por los sistemas económicos y de redes sociales, es decir por una microhistoria más social, coherentes con sus vivencias tanto familiares como profesionales. Es por ese motivo que la Historia Oral va a ser uno de los recursos utilizados por Levi en sus investigaciones.
En el año 2005 Giovanni Levi manifestó en una entrevista que «la historia oral tiene una enorme capacidad política y movilizadora. Pero para ello debe existir un verdadero diálogo entre el historiador y el entrevistado. Porque si utilizamos al informador sólo como productor de documentos, estos se convierten en inútiles»ii.

En ocasión de su participación como conferencista en las Jornadas Las Fuentes Orales «De la teoría a la práctica. El aula como espacio de la memoria», celebradas en Tarragona los días 13 y 14 de febrero de 2009, pudimos hacerle una entrevista. La presencia de Giovanni Levi en este encuentro, que era destinado, principalmente a docentes, demuestra no sólo la amplitud que tiene este gran investigador sino la importancia y difusión de la Historia Oral en distintos ámbitos y sobre todo las precauciones que hay que tener a la hora de utilizarla.

Al comenzar la entrevista tuvimos la intención de partir de una pregunta más general ya que uno de los ejes que se trabajaron en dichas jornadas apuntaba específicamente a incorporar la idea de que la Historia Oral es una herramienta metodológica más con la que cuenta el historiador para realizar sus investigaciones.

¿Qué es la Historia para tí?
La Historia para mí es la ciencia de las preguntas generales y de las contestaciones locales. En este sentido, no debemos imaginar y generalizar conclusiones sino identificar relevancias y preguntas que sean importantes en muchos lugares, sin pretender averiguar identidades pero sí diferencias y especificidades.
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¿Y la Historia Oral?
La historia oral es un método para crear fuentes nuevas y para construir narraciones, pero siempre se deben tener en cuenta sus límites que son, por un lado, la memoria de los entrevistados, alterada por el tiempo pero también por el funcionamiento mismo de nuestro inconsciente, con sus olvidos, alteraciones, remociones. Por el otro, la emotividad: el historiador debe gobernar las emociones y no dejarse dominar por la empatía y por el sentimentalismo. Es necesario transformar el documento oral con sus falacias en algo racional y critico. El riesgo que siempre se corre al utilizar esta metodología es que los cuentos son más fascinantes que la elaboración científica, pero son ambiguos y el historiador debe luchar contra esta situación si quiere darle al lector una comunicación «cuidada».

¿Cuándo y por qué empezaste a trabajar con fuentes orales en tus investigaciones? ¿Qué aportes le agregó la utilización de esta metodología a tu tarea como investigador?
Empecé al principio de los años 70, con colegas como Luisa Passerini y alumnos como Gabriella y Maurizio Gribaudi que después continuaron. Yo lo dejé por las razones que he dicho antes: la Historia Oral vive entre dos extremos, el que podemos llamar el «no gobierno» de la emotividad, que me parece que prevalece demasiado en el gran éxito que tuvo la Historia Oral, y el de la utilización de fragmentos de historia de vida que estaban manipuladas con violencia por los historiadores. Pero aprendí mucho de mis experiencias: sobre la memoria y sus falacias, sobre las fuentes y sus problemas de interpretación, sobre las personas y sus maneras de contar sobre sí mismas. Todas estas cosas han sido después el centro de mi trabajo como modernista.

¿En tu opinión, cuáles son las principales precauciones metodológicas que hay que tener frente a los testimonios orales?
¿Precauciones metodológicas?, las que he dicho. Son fuentes que al mismo tiempo que se crean —y es muy importante crearlas— tienen problemas profundos que no siempre tienen presentes los historiadores que utilizan la Historia Oral. Creo que los trabajos de Alessandro Portelli por ejemplo o de Maurizio y de Gabriella Gribaudi son importantes correctores de las patologías dominantes que padece esta metodología, porque ponen explícitamente en el centro de sus trabajos la discusión de la falacia de la memoria y de la narración.

¿Qué investigaciones estás llevando a cabo ahora?
Trabajo sobre el modelo de Estado católico, como un modelo diferente de otros modelos políticos, con sus caracteres específicos de debilidad institucional por la presencia de dos sistemas normativos: Estado e Iglesia. Con efectos de libertad pero también con periodos de dictadura, consecuencia ambos de la debilidad de los sistemas institucionales. Estoy trabajando en un libro sobre el consumo en la edad moderna para contestar a la pregunta: ¿cómo funciona una sociedad que quiere ser jerárquica y justa al mismo tiempo, según la utopía católica?

Es muy común oír en los diferentes encuentros de Historia Oral y en las publicaciones sobre el tema, hablar de Memoria e Historia como si fueran sinónimos, cuando en realidad no lo son. ¿Cómo podrías explicarnos las diferencias entre ambos conceptos? ¿Por qué piensas que se los confunde?
Creo que es necesario subrayar que la Historia es un proceso racional, frío y, en cambio, la Memoria es un proceso mental, caliente, pero engañoso.

Los que hace muchos años trabajamos en el aula con la metodología de la Historia Oral, sabemos que entre muchas otras ventajas nos ayuda a «romper» con los métodos de enseñanza tradicionales en los que no se construye el conocimiento —sino que se lo reproduce— ya que constituye una metodología participativa, en la cual las actividades, tanto del profesor como del alumno, establecen relaciones internas y externas alrededor de la escuela, con recursos metodológicos que los aproximen hacia una apropiación y construcción del conocimiento histórico.

Las palabras de Giovanni Levi y su presencia en encuentros destinados al debate de la utilización de este recurso en el proceso enseñanza aprendizaje, nos permite poder re-pensar sobre nuestra tarea cotidiana y plantearnos nuevos desafíos para, sobre todo, evitar que esta metodología tan significativa para que los jóvenes puedan apropiarse del pasado no termine «vacía de contenido».

*Laura Benadiba (Buenos Aires, 1966). Historiadora especializada en la metodología de Historia oral. Autora de varios libros sobre el tema es socia fundadora y actualmente presidenta de la Asociación Otras Memorias.